domingo, 2 de diciembre de 2012


Historia del Catolicismo
La Iglesia católica siempre se ha considerado la heredera espiritual de Cristo y a pesar de las disidencias y herejías ha intentado mantener siempre una linea contínua desde Jesús hasta nuestros días: El Papa, heredero directo de Pedro quien fue nombrado cabeza rectora de la Iglesia hasta el regreso de Jesús.
No obstante, los últimos mil años han resultado ser agónicos para el catolicismo que ha visto mermado su poder e influencia debido a los cismas y disidencias que han apartado de su influencia a un número cada vez mayor de cristianos.
Esto y el hecho de que durante siglos haya defendido posturas políticas y sociales que posteriormente han demostrado ser erróneas (acumulación de riquezas, venta de indulgencias, cruzadas, inquisición, apoyo a dictadores) hizo que la iglesia católica perdiese bastante prestigio en la mayor parte del planeta.
El prestigio perdido propició el surgimiento de la Reforma, el nacimiento de las iglesias protestantes y varias guerras religiosas.
Incapaz de reaccionar a tiempo la Iglesia Católica perdió millones de fieles en Europa y América. Para recuperar el terreno perdido, llegado ya el siglo XX, hizo un examen de conciencia y en el Concilio Vaticano II intentó un acercamiento a la realidad de los nuevos tiempos.
También inició un decidido acercamiento a otras religiones, protestantes y judía, reconociendo por primera vez en la historia que algunas de ellas podían tener parte de La Verdad.
En la actualidad la Iglesia Católica ha recuperado bastante prestigio del que había perdido durante los últimos siglos y eso se ha traducido de nuevo en un aumento de fieles que la han llevado de nuevo a ser la religión más extendida del mundo con más de mil millones de seguidores, principalmente en Europa y América Latina.

Creencias y Costumbres
Como todas las religiones cristianas, las creencias católicas se basan en la Biblia, aunque a ella añaden un alto grado de tradición. Por ejemplo, aunque la Biblia no menciona en ningún sitio el bautismo infantil, sólo el de adultos que van voluntariamente al bautismo, la iglesia considera que la tradición ha legitimado esa práctica dándole el mismo valor que si lo hubiera instaurado el mismo Jesucristo.
En cuanto a la ética, las enseñanzas de la Iglesia Católica son bastante correctas, haciendo hincapié en el amor al prójimo, la obediencia de los mandamientos y la celebración de los sacramentos.
Las creencias fundamentales de los católicos se encuentran resumidas en el Credo:
1.  Creo en Dios Padre, Todopoderoso Creador del Cielo y de la Tierra,
2.  y en Jesucristo, su Unico Hijo, nuestro Señor,
3.  que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo:
4.  Nació de Santa María Virgen,
5.  padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
6.  fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos
7.  y al tercer día resucitó de entre los muertos,
8.  subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso.
9.  De allí vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos.
10. Creo en el Espíritu Santo,
11. en la Santa Iglesia Católica,
12. en la Comunión de los Santos,
13. el perdón de los pecados,
14. la resurrección de los muertos
15. y la vida eterna. Amén



BEATA MARIA CRESENCIA PEREZ
Introducción: La beata María Crescencia Pérez nació en San Martín Provincia de Buenos Aires el 17 de Agosto de 1897, y nos dejó un 20 de mayo de 1932, dejándonos con su obra una enseñanza inquebrantable de servicio, obediencia y profundo amor a Dios, a su virgen del Huerto y al mundo que la necesitaba. 
La vida de María Crescencia Pérez no es sino un mensaje de amor. Llevó siempre en su interior el fuego de un gran ideal: "Hacerse toda a todos". Este ideal, que fue el de su fundador, la quemó por dentro y la estimuló constantemente a donar su vida por la salvación de las almas.
Sencilla, serena, toda de Dios y al mismo tiempo, toda de los hombres, fue puesta en nuestro camino para ayudarnos a descubrir, con renovada audacia, la fuerza inicial y lo que tiene de genuino y de evangélico el carisma gianellino.
Hna. María Crescencia Pérez. Su familia y su Tierra 
Los Perez y los Rodriguez que partieron de la Galicia española, tierra de grandes emigraciones, en un barco repleto de emigraciones plenos de esperanza rumbo a Sudamérica. Pero amargas realidades imprevistas, frenaban muchas veces el lejano entusiasmo de la partida; por el contrario, algunas veces incitaban reacciones impensadas en aquellas obstinadas voluntades.
Los inmigrantes se encontraban muchas veces en el nuevo mundo trabajando de sol a sol sus fértiles llanuras, navegando en los amplios ríos, o se instalaban en la periferia cuando no lograban asentarse en la ciudad. Pero con su pobreza de origen llevaban la riqueza de sus tradiciones católicas. Así sucedió con los Perez-Rodriguez que, ente la adversidad, no desesperaron. En Córdoba, en una jornada muy calurosa de mediados de diciembre de 1889, Agustín Pérez se casa con Ema Rodriguez, ante el altar de la Virgen del Pilar.
Debido a los momentos agitados que vivía la Argentina por esos tiempos, que hacían alternar partidos conservadores y liberales en el gobierno de las ciudades, sin apoyo alguno, la joven pareja se vé obligada a emigrar a Montevideo.
Estan solos. En la capital uruguaya nace su primer hijo, que muere a los tres años. Otro hijo se apaga al nacer. Sobreviven Emilio y Antonio. Pero en este país la joven pareja no encuentra horizontes de progreso y deciden retornar a la Argentina.
En San Martín, Buenos Aires, en el frío agosto de 1897, nace una criaturita, nuestra María Angélica. Al nacer la pequeña, las condiciones de la familia mejoraron, porque el padre, ya de treinta años, logra finalmente un trabajo en la Compañía Alemana de Electricidad.
Familia rica en fe y en hijos; nace Agustín, Aída, María Luisa, José María. Pero la joven madre se enferma y las criaturas asustadas la sentían toser en forma continua. Entonces el médico le dice que si no la llevan a un clima más templado, no le aseguraba que pudiese sobrevivir.
Y parten hacia pergamino con las pocas cosas que poseen, todos sus niños y una profunda fe.
Al atardecer, la madre calmada a los inquietos niños, los ponía a todos de rodillas a rezar el Rosario. Día tras día, transmite casi inconscientemente a sus hijos el concepto de la fe.
Y así crecieron estos niños, con esa madre fuerte que enseña a responder con amor al amor de Dios; al hablar de Él con conciencia plena; a transformar alegrías y dolores en momentos de gracia.
Crecieron con profundas convicciones religiosas, aunque al templo iban ocasionalmente porque estaban a tres horas de distancia.
"Vivíamos nuestra pobreza con alegría; cada pequeño suceso nos entusiasmaba. No conocíamos demasiado, no añorábamos la falta de tantas cosas… El ejemplo de nuestros padres simples y fuertes, ricos en fe y en amor, nos hacía crecer laboriosos. Tío José, hermano de mamá nos ayudaba, indicándonos una u otra posibilidad de trabajo, sugiriéndonos un patrón dispuesto a acogernos…"
La mayor parte del ciclo primario lo cursó en el Hogar de Jesús, de Pergamino. También allí se recibió de maestra de Labores.
Su vocación religiosa, que había ido creciendo a lo largo de todos estos años, tomó un curso definitivo cuando el 31 de diciembre de 1915 ingresó en el Noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires. Recibió el Santo Hábito el 2 de septiembre de 1918, en circunstancias en que moría su padre, don Agustín Pérez.
No deseando otra cosa que agradar a Dios con una vida santa y ser instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó totalmente a su misión, como Hija de la Caridad, haciéndose "Toda para Todos", en obediencia perfecta y en Caridad ilimitada.
Según sus testigos, la virtud sobresaliente de María Crescencia fue la humildad. Esta le permitió vivir las grandes exigencias de la Caridad fraterna y de la perfecta vida en común, con íntima y serena alegría. Era feliz de poder hacer la voluntad de Dios.
Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a la niñez. Se desempeñó como maestra de Labores y Catequesis, en primer lugar en la Escuela Taller adjunto a la Casa Provincial y después en el Colegio del Huerto de Buenos Aires, en calle Rincón.
Una segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios a los enfermos. Comenzó esta misión en el Sanatorio Marítimo de Mar del Plata (Solarium), lugar dedicado exclusivamente a la internación y atención de niños afectados de tuberculosis ósea.
Allí permaneció tres años. Como su frágil salud comenzó a declinar rápida y seriamente, sus superiores decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase a recuperarse. Eligieron para ello Vallenar, en la República de Chile, donde las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915. En el año 1928, la Hermana María Crescencia visitó por última vez Pergamino para despedirse para siempre de los suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa de su vida, ya que cuatro años después de su llegada entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de una vida heroica en la virtud.
En el momento en que María Crescencia llegaba a Vallenar bien puede decirse que las Hermanas del Huerto estaban escribiendo una página de oro de Congregación en América .
Vallenar, de aproximadamente 6.000 habitantes en aquel momento, seis años antes había sufrido un terrible y devastador terremoto, que destruyó casi la totalidad de las casa de la población.
A partir de este hecho doloroso, Vallenar entró en un largo proceso de reconstrucción, que se prolongó durante muchos años.
La gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas familias sin techo, la soledad del lugar y las enormes distancias de otros pueblos, hicieron que se cumpliese claramente el deseo del fundador: "Lleven siempre la pobreza consigo y vayan donde por las dificultades del lugar y por la falta de medios otras Hermanas no pueden ir".
A pesar de lo mucho que le costó dejar su Patria, su familia y su comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que Él le pedía. Ella había dicho: "Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo". Vivió en Vallenar entregada totalmente al servicio de sus Hermanos enfermos, dentro de la alegría de a vida comunitaria y creciendo incesantemente en el Amor de Dios a quien había consagrado su vida, hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te amas a ti mismo".
Ante el progreso y gravedad de su enfermedad, fue internada durante tres meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para evitar el contagio. Pero las últimas semanas de su vida la pasó nuevamente en Vallenar, en su comunidad, edificando a las Hermanas con su serenidad y profunda paz interior. Dios le tenía reservadas para este momento gracias muy especiales. Según las crónicas recibió en visión la visita del Fundador, San Antonio María Gianelli.
Desde la imagen de su cuadro de la Virgen del Huerto, que tenía junto a su lecho, María la bendijo a ella y a las Hermanas.
El niño Jesús hizo ademán de salir de los brazos de su Madre y María Crescencia extendió los suyos para recibirlo.
Con verdadera piedad recibió el Santo Viático, rodeada de su Superiora y Hermana y mientras rezaba con los presentes las oraciones de los agonizantes, se incorporó e inclinándose profundamente delante del cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, repitió las palabras que el mismo Jesús le enseñaba: "Corazón de Jesús, por los sufrimientos de tu divino corazón, ten misericordia de nosotros".
Luego prorrumpió en una ferviente plegaria: "Corazón de Jesús bendíceme y bendice a estas mis Hermanas, dales fuerza para combatir con valor y procurar la salvación de las almas en estos tiempos difíciles. Bendice nuestro Instituto, del cual he recibido tanto bien y en el cual en estos momentos me considero la criatura más feliz del mundo. Te pido Corazón Santísimo de Jesús que mandes muchas y buenas vocaciones a nuestro Instituto, oh Corazón de Jesús: te pido una especial bendición para Chile y ya que es tu voluntad que me muera aquí contenta, te ofrezco este sacrificio por la paz y tranquilidad de esta nación."
Parece que el Corazón de Jesús le hacía ver el premio que le tenía preparado, porque ella continuó: "¿Cuándo, Señor, he merecido eso? ¿Qué son los sufrimientos de este mundo comparados con la felicidad del cielo? Dios mío, yo no soy más que una miserable criatura, la ínfima de todas, soy menos que un gusano de la tierra, ¿de dónde a mí tanta felicidad? Corazón de Jesús yo no merezco todo eso. Todo es obra de tu Corazón. Jesús Mío., quisiera amarte tanto como te amas a ti mismo".
Su deseo de unirse a Jesús era vehemente, por eso exclamó: "No me detengan mas... No me detengan mas... Sí, que todos vayan al Corazón Santísimo de Jesús. Allí encontrarán la salvación de su alma".
Finalmente dijo sonriendo: "Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu. Así murió santamente, el 20 de mayo de 1932
A poco de morir en el colegio del Huerto de Quillota, distante 600 Km de Vallenar, estando las Hermanas reunidas percibieron una fragancia semejante al perfume de las violetas, que permaneció varios días dentro de los muros del colegio. Ante este hecho inexplicable, la Superiora dijo: "Ha muerto la Hermana Crescencia". Inmediatamente llegó un telegrama avisando su muerte.
Cuando la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la población no quiso que se llevasen el cuerpo de quien llamaban "La santita". Por eso quedó allí 35 años, hasta que el 8 de noviembre de 1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta conservación su cuerpo y su santo hábito. Toda la ciudad de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular. Se realiza nuevamente el velatorio y luego fue llevada a Quillota donde descansó 17 años en la bóveda de las Hermanas.
En 1983 se trasladó su cuerpo al panteón de las Hermanas en Pergamino hasta el 26 de julio de 1986 en que, con motivo de la apertura del proceso diocesano en orden a su beatificación, se lo trasladó a la Capilla del Colegio del Huerto.
El 3 de octubre de 1990 la Sagrada Congregación para las causas de los Santos abrió el proceso en Roma.
Su tumba es constantemente visitada por numerosos peregrinos que de todas partes del país vienen a venerar sus restos, a pedir ayuda o a agradecer sus favores.
A través de estos hechos Dios comunica su mensaje y nos habla de secretos designios acerca de la Hermana María Crescencia.
Su muerte fue precio de vida y dio especiales frutos, en vocaciones y en gracias, sobre todo en orden espiritual. Estas gracias, en número cada vez mayor, siguen produciéndose hoy, a favor de quienes la invocan.
En Pergamino, el Sabado 17 de noviembre de 2012, a hs 11, fue BEATIFICADA, recemos por su PRONTA CANONIZACION. 


lunes, 22 de octubre de 2012

NUESTRA HISTORIA:


El “Colegio Nuestra Señora del Huerto” es una comunidad cristiana que presta un servicio educativo evangelizador, según el carisma gianelino, a la luz de la pastoral de la Iglesia.
Se inauguró el 11 de octubre de 1864 y fue la primera escuela de niñas de la ciudad de Paraná.
Por aquellos años, la ciudad, que había sido sede del Gobierno Nacional de 1854 a 1860, vivía un tiempo de desanimo, de crisis. Había sentido el impacto de la Batalla de Pavón y el traslado de la Capital de la Nación Buenos Aires. Los signos de la prosperidad que se habían vislumbrado en la época anterior, se derrumbaban.
Los vecinos de Paraná, entonces, como una forma efectiva de trabajar para superar la crisis, conformaron una Comisión que proyectó la creación de un Colegio para niñas, al amparo de María , con la seguridad de que las mayores posibilidades que se ofrecerían a la mujer por su educación, redundarían en el progreso y el bien general.

El Gobernador Justo José de Urquiza , quien tenía una particular preocupación por la educación de la mujer, brindó un decisivo apoyo a la iniciativa, dictando un Decreto que acordaba una subvención mensual para el proyectado Colegio.
El presidente de la Nación, Dr. Bartolomé Mitre, al conocer la aspiración del vecindario de Paraná y el deseo de contar con un edificio donde pudiese funcionar el Colegio, cedió, en calidad de préstamo, para tal fin la Casa del Senado de la Confederación.
Paralelamente, se habían realizado gestiones ante la Superiora Provincial de Montevideo de las Hermanas Hijas de María Santísima del Huerto, hermana Clara Podestá, quien comprometió su colaboración “para prestar sus humildes servicios a esa amable juventud”.
En síntesis por iniciativa del pueblo de Paraná y el apoyo decidido del Gobernador Urquiza y del Presidente Mitre, y la voluntad, amor y vocación de servicio de las Hermanas, el 11 de octubre de 1864, quedó instalado el Colegio de las Hermanas Hijas de María Santísima del Huerto.
Desde sus comienzos, recibió tanto a las alumnas que podían hacer frente al pago de un arancel, a cambio de la instrucción que se les ofrecía, como a niñas de hogares carenciados.
En 1921, adaptándose a las necesidades de la comunidad, el Colegio incorporó su sección secundaria.
En 1968, como preocupación misionera, el Colegio amplió su acción educativa instalando la escuela primaria “San Antonio María Gianelli”, en el Barrio “Anacleto Medina”, una zona humilde de la ciudad, con marcada problemática social.
Atento a los signos de los tiempos, como quería el ilustre Padre Fundador, en 1955 concretó el servicio educativo mixto en los niveles Inicial y Primario, y en 1996, en el nivel Medio.
Hoy en día, el Colegio “Nuestra Señora del Huerto” enraizado en la realidad social y eclesial en que vive, sigue ofreciendo, no solo calidad académica, sustentada en la constante actualización de sus docentes, sino también formación en el compromiso cristiano y en la solidaridad social, encarnando en el carisma de la Caridad Evangélica Vigilante y prodigando un amor que no conoce ni cansancio ni límites.